"The litle walk of a dog"

Viajar no es escapar, es acercarse. Y los viajes no son los lugares que visitas; son lo que somos. Al viajar, te conoces.

domingo, 24 de octubre de 2010

km 1800 No es oro todo lo que reluce

Cuantas más expectativas creas alrededor de algo, más fácil es que te acabe decepcionando. Es un poco lo que me pasó a mí con el Machu-Pichu. Recuerdo que de pequeño tenía un libro donde aparecía, y siempre me prometía que algún día lo vería en persona. Tenía en mente un viaje increíble para llegar a la ciudad de una civilización perdida en medio de las montañas. Y más o menos es eso. Un sitio precioso. El problema es la cantidad de cabelleras doradas que lo abarrotan cada día...
Se puede llegar sin andar un solo metro. Coges un tren en Cuzco (pagando 150 euros), un bus en Aguas Calientes, y OPA! ya estás en la misma puerta de la ciudad perdida. Eso hace que cada día, miles de personas (y no exagero) inunden el lugar: grupos de jubilados alemanes, italianos e ingleses; excursiones de colegios, tours de todo tipo y hasta algún mochilero frustrado. La ciudad más cercana, Aguas Calientes, es un auténtico Port Aventura al estilo inca, con lujosos hoteles, calles preparadas para la invasión guiri y establecimientos de todo tipo con la única intención de sablear hasta el último dolar a los aventureros de piel rosada.
Nosotros decidimos hacer el viaje barato hasta allí. Esto implica dar un rodeo bastante grande, parando en diferentes pueblecillos de la zona negociando con taxistas locales para que no te timen demasiado, hasta llegar a una central hidroeléctrica, que es donde termina la pista más cercana al Machu. Comenzamos un poco mal, para variar. En el primer bus, tuvimos que parar tres horas porque la carretera estaba en obras. Y después, pasar por el susodicho tramo en obras. Que miedito. Si las carreteras de los andes ya acojonan un poco de por sí, las que están en obras no son aptas para cardíacos. Me acordé bastante de mi abuela, que en paz descanse, que lo pasaba fatal siempre que ibamos en coche a mi aldea, y se enganchaba a la puerta de tal manera que luego llegaba contracturada. Pues yo igual.
Este contratiempo hizo que llegaramos de noche a la hidroeléctrica, por lo que tuvimos que caminar dos horas desde allí a Aguas Calientes, linterna en mano siguiendo las vías del tren por la jungla andina. Al principio pensé que era un poco locura, pero el camino es precioso y no hay peligro ninguno. Nos acostamos en el peor hostal del pueblo (que aun así es caro comparado con el resto de Perú) a las 12:30, y a las 5:00 en pie para caminar hasta Machu-Pichu, ya que el bus es bastante caro también. Llegamos sobre las 7:00, pensando que estaríamos solos en la ciudad perdida. JA! Más de 50 personas hacían ya cola, además de que en la puerta hay un hotel y un bar. Manda huevos.
Si consigues olvidarte de toda la gente que te rodea, puedes llegar a disfrutar un rato. Los incas adoraban a la madre tierra, la Pachamama, y tenían un concepto de la vida y la muerte muy naturalista. Vivían en consonancia con lo que les rodeaba. Y eso se nota también en las construcciones. Me imagino por un momento como debía ser la ciudad en su esplendor. Y del terror que causaron unos invasores que arrasaban con todo lo que encontraban a su paso, destruyendo la cultura inca, y haciendo que los machupichuenses (?) escaparan horrorizados hacia el interior de los andes, dejando abandonada su ciudad más importante. Gracias a dios los españoles no llegaron a encontrarla, porque sino hubieran levantado encima iglesias católicas con las mismas piedras, como hicieron en el resto de ciudades arrasadas. Cada vez me dan más ganas de tirar mi DNI por lo que pone encima. Qué verguenza.
En un par de horas diremos adios a Perú, dirigiéndonos a la ciudad boliviana de Copacabana, a las orillas del lago Titicaca, donde visitaremos las islas del Sol y de la Luna. Allá vamos Tiki-Taka!!
Machupichuando

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